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jueves, 28 de enero de 2016

Sabes a casa



Espero con tantas ganas ese momento del día en que llego a casa y te veo, sentado en el sofá esperándome, cigarro en mano, llevándotelo a los labios y robándole sus últimas caladas. Sigues con esa mania que siempre digo que odio, pero en realidad amo de pasarte la mano por el pelo, en un intento de desordenarlo más de lo que ya esta porque crees que te hace parecer interesante. Tu mente sigue encerrada en el nuevo libro de esta semana, toda tu atención centrada en él, adentrándote en sus páginas. Parece que nada ni nadie pueda llamar tu atención, que nada pueda destorbarte en tu mundo. Estoy a punto de llamarte cuando levantas la mano para dar la última calada al cigarro y levantas la mirada cruzándote con la mía. Es cuestión de dos segundos, como cada día pues esto se ha vuelto ya costumbre, te levantas dejando a un lado todo lo demás, y te acercas a mi a la vez que se te dibuja una sonrisa en tus labios. Entonces me besas, y todo nuestro alrededor desaparece, y se siente tan bien, a gusto, conocido e impredecible a la vez. ¿Como puedes hacerme sentir especial con un simple gesto, con una simple caricia? Alargas el beso más de lo habitual, sabes a tabaco, sabes a café, sabes a amor, sabes a un "bienvenida, no vuelvas a dejarme..."

Es entonces cuando sé con certeza que estoy en casa. 

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