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lunes, 24 de octubre de 2016



Me envuelve una tormenta de sentimientos y emociones que golpean a proa y popa con intención de volcarme y hacerme naufragar. Me aferró al timón e intento controlar mi nave, intentó no ceder a ella, no cede a las olas que intentan hacerme a añicos ni a los bondadosos truenos que intentan acabar de un golpe de luz mi sufrimiento.
Y es que hay veces en que la marea es tan fuerte que me fallan las piernas y me inunda el deseo de soltar, dejar ir el timón y observar como el mar debora todo a su paso... Otros días la marea es baja, otros días solo requieren la mínima fuerza necesaria para seguir avanzando... Y entonces, hay pequeños instantes en el viaje en que llego a un acuerdo silencioso con la marea, yo no intento avanzar, y ella mantiene la mar en calma y los truenos a raya... Ambas sabemos que nuestra pequeña tregua no durará, ambas sabemos que yo volveré a intentar avanzar y ella volverá a desatarse para impedirlo. Pero, ¿si este es el momento calma dentro de toda mi tormenta?
Me aferro a él con todas mis fuerzas.

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